David Spence
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El diseño del nuevo Hospital Rey Juan Carlos evita los patrones preestablecidos propios de su tipología. Aunque esta postura se centra principalmente en la reorganización y optimización del programa, contempla también la devolución de la calidad espacial a las zonas de estancia y visitas mediante el uso de elementos tan básicos como la luz y el silencio. La ausencia de pasillos confusos y la correcta iluminación natural de las habitaciones, entre otras características, resta un innecesario dramatismo a estos espacios, convirtiendo la percepción y la escala humana en aspectos clave para su diseño.
Rodeado por una autovía y diversas construcciones, el hospital sólo muestra las dos corona ovoides de vidrio serigrafiado hacia el entorno inmediato, convirtiéndose en un reclamo y camuflando el resto de instalaciones.
El Hospital Rey Juan Carlos está situado al norte de la localidad madrileña de Móstoles, bordeado por la autovía de Extremadura, una universidad y la calle trasera de una zona residencial de baja densidad. El complejo hospitalario, de casi 95.000 metros cuadrados, está formado por varios elementos vinculados: un gran zócalo prismático que alberga las áreas sanitarias y, sobre él, dos coronas de planta ovoide, visibles desde la autopista de acceso principal al complejo, destinadas a las unidades de hospitalización.
El zócalo contiene las unidades de asistencia, ambulatorio, diagnóstico y tratamiento, estructuradas en tres módulos que separan los usos internos, los usos compartidos y los usos externos del hospital. La independencia de las circulaciones interna y externa minimiza los recorridos y clarifica las comunicaciones. La construcción sistematizada, que sigue una modulación estructural, otorga flexibilidad al edificio en cuánto a intercambio de áreas y su posible ampliación.
La posición de las unidades de hospitalización en las dos torres ovaladas responde a la necesidad funcional de emplazarlas en un punto con acceso inmediato a las áreas sanitarias, siendo accesibles para las visitas. Las habitaciones se organizan alrededor de un gran atrio, separadas del resto de instalaciones y elevadas sobre la cubierta ajardinada del basamento, visible desde las habitaciones. Los cerramientos exteriores de las torres se resuelven con doble capa: la capa interior cierra las fachadas de las habitaciones con vidrio estanco y una franja lateral de chapa metálica perforada que permite la ventilación mediante un hueco registrable; la capa exterior, de junta abierta, está formada por piezas de vidrio moldeado y serigrafiado en color blanco que crea un interesante efecto de distorsión del paisaje a través de su relieve central, a la vez que asegura la iluminación y la intimidad de las estancias.
La fachada externa de cada habitación se cierra con una gran pieza de vidrio moldeado, que filtra la luz a través de la concavidad central. El serigrafiado blanco privatiza las estancias al no permitir la visión de fuera a dentro.
Fotos: David Spence Feb 2021
Fuente: Arquitectura Viva