David Spence
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Creada por el pedagogo Francisco Giner de los Ríos, junto a otros catedráticos como Gumersindo de Azcárate y Nicolás Salmerón, para defender la libertad de cátedra y una educación independiente de los dogmas oficiales establecidos por la religión, la política o la moral. Un siglo después de la muerte de Giner de los Ríos, la fundación abre una nueva sede en Madrid situada en la misma parcela del Paseo del General Martínez Campos que albergó originalmente la casa del pedagogo y la de la ILE, y ampliada utilizando un solar contiguo adquirido por donación.
Fruto de un concurso público de ideas convocado en 2004, el proyecto tiene como tema central la recuperación del jardín como centro de actividad de la Institución Libre de Enseñanza. El uso original de la finca destacaba por el empleo de su jardín interior como centro neurálgico e instrumento educativo, ya que en la filosofía de la institución era esencial la máxima aproximación a la vida al aire libre. Así pues, la actuación concentra la edificación en el perímetro de la parcela para liberar un vacío central, que queda definido por la volumetría facetada y suave del edificio. Concebido como un espacio vivo, el patio ajardinado se define como un lugar de encuentro y un nodo activo de flujos cuya dirección se enfatiza con la disposición de piezas oblongas de granito encastradas en el pavimento terrizo, y cuya vegetación manifiesta los cambios estacionales para apoyar la misión pedagógica del conjunto.
Inspirada por las ideas de la Institución Libre de Eseñanza, la nueva sede de la fundación se organiza en torno a un jardín central y su volumetría quebrada se cubre con una celosía que evoca las instalaciones de Christo y Jeanne-Claude.
El edificio despliega una banda de comunicaciones y servicios en los límites de la parcela, que cierra un pasillo por el que se va accediendo al conjunto de aulas que se vuelcan hacia el interior. El frente facetado del edificio hacia el patio responde a la forma de los espacios interiores, y se va quebrando para generar una percepción más similar a la que producen un conjunto de pequeños pabellones dispersos por un parque. El edificio diluye su presencia mediante el tratamiento homogéneo y ligero de las fachadas, envueltas con una celosía de varias capas de finas varillas de acero galvanizado superpuestas, rematadas en color gris plata. El salón de actos también se dispone bajo rasante para que su presencia no rompa la escala íntima del jardín. Hacia la calle Martínez Campos, sin embargo, el edificio ofrece una escala diferente, ya que se levanta con una esbelta torre de cuatro plantas que funciona como hito urbano y refuerza su nuevo carácter público.
El edificio funciona como un muro perimetral cuyo ancho se dilata y se contrae para acoger salas de diferentes tamaños que quedan conectadas por una banda de servicios y comunicaciones adosada a la medianería.
Con una geometría multifocal y sin dirección predominante, las salas están dotadas de sistemas flexibles que permiten múltiples configuraciones para que el espacio pueda ensayarse también como herramienta educativa.
Fotografías: David Spence
Fuente: Arquitectura Viva