6 de junio de 1900 – 4 de febrero de 1977, Madrid
Luis Gutiérrez Soto fue uno de los arquitectos con mayor número de obras en la Europa del siglo XX, entre las que se encuentra el famoso Cine Callao de Madrid. Creador de los edificios más inesperados de Madrid y revolucionario de la arquitectura doméstica, aportó algunas de las características formales más utilizadas en toda España.
Con el motivo de que Luis Gutiérrez Soto ha sido el arquitecto de referencia en Open House Madrid 2021, he realizado los siguientes reportajes de sus obras en Madrid. Durante el festival OHM se realizaron 2 exposiciones sobre el arquitecto con mis imágenes, una con la temática de los Cines y otra sobre sus Viviendas que fue acompañada de una conferencia y realizada en un de los edificios del arquitecto.
Fuente: Open House Madrid
En su juventud, Luis Gutiérrez Soto llegó a debutar en el primer equipo del Real Madrid cuando aún no se había constituido como el club que conocemos ahora, y fue bautizado entre sus amigos como el “Pichichi”, un pseudónimo que mantuvo durante su etapa como arquitecto por el volumen de edificios que llegó a construir. Un camino que arrancó con dificultades, puesto que la primera Guerra Mundial hizo mella en su camino como arquitecto.
Sin ingresos del fútbol y con dificultades económicas familiares, abandonó su primera pasión para acceder a la Escuela de Arquitectura de Madrid, algo que le resultó muy complicado: “me tumbaron cuatro veces seguidas (…), pensaba que no sería jamás arquitecto”.
Trabajó como decorador para pagarse los estudios, algo que ayudó a esculpir su personalidad como el posterior arquitecto en el que se convertiría: “es evidente que estos trabajos me proporcionaron no solo dinero para acabar mis estudios, sino una gran experiencia para andar por el mundo; creo que me han ayudado firmemente en mi formación profesional, haciendo de mí un trabajador infatigable”.
Apuntó maneras desde el principio con su pragmatismo y versatilidad. No fue un arquitecto de manifiesto, ni un filósofo de la arquitectura o un artista, sino un hombre de oficio. Era capaz de adaptarse a las épocas y a cada cliente, consiguiendo siempre brillantes resultados; el veía la figura del arquitecto como servidor de la sociedad.
En la arquitectura de Gutiérrez Soto no predomina un único estilo; de hecho, pasó por diferentes etapas en las que experimentó sin vincularse a ninguna corriente arquitectónica. Pensaba que los estilos existían para ser usados y que la buena arquitectura se veía en otros principios, y siempre anteponía las necesidades del cliente a cualquier impulso artístico. Quizás por eso es difícil reconocer en la ciudad sus numerosos edificios.
Delineó buena parte de la imagen contemporánea de Madrid construyendo cerca de 400 proyectos. La primera gran obra fue el pionero Cine Callao en el 1927, un edificio con reminiscencias Art Decó en la fachada, una sala de gran ocupación y una terraza para emitir sesiones cinematográficas al aire libre, lo que le convirtió en uno de los primeros cines de verano de Madrid. Gutiérrez Soto colocó en la zona posterior del edificio su estudio de arquitectura, desde donde impulsó su gran carrera.
El cine fue una de las tipologías que más proyectó. Muchas de sus salas fueron después reconvertidas para nuevos usos, otras desaparecieron. Dos ejemplos relevantes fueron el Cine Europa (1928) y el Cine Barceló (1930). Ambos recuerdan a la arquitectura expresionista de Mendelsohn, donde las líneas curvas, los grandes huecos horizontales y la plasticidad predominan en el proyecto. En cierta medida, el paso de un estilo eclético a una tendencia de vanguardia se produjo gracias a sus viajes por Europa, que le llevaron a conocer in situ los proyectos de Le Corbusier y otros arquitectos. Es más, formó parte de la denominada “Generación del ‘25”, arquitectos de Madrid que llevaron una renovación en la arquitectura de España, divulgando el Movimiento Moderno, cada uno con su estilo personal.
La década de los años 30 fue una de las más creativas para él. Diseñó cafés, viviendas e instalaciones deportivas y sociales, entre las que se encuentra el emblemático Bar Chicote en Gran Vía, una obra que integra arquitectura y diseño, superviviente entre tantas otras que sí desaparecieron como el Primitivo Aeropuerto de Barajas o las Piscinas La Isla ambos de 1931. La Isla fue un icono del racionalismo español y una atracción para los madrileños, una instalación deportiva de inspiración náutica colocada en un islote del Manzanares.
En lo más alto de su carrera, la Guerra Civil detuvo su actividad. La arquitectura racionalista fue excluida por el nuevo régimen y suplantada por un estilo nacionalista. En esta época Luis Gutiérrez Soto priorizó el rigor geométrico a las líneas curvas para adaptarse a la nueva tendencia, sin embargo, mantuvo sus principios de funcionalidad y modernidad. La obra más famosa y polémica de esa etapa es el Cuartel General del Ejército del Aire, en Moncloa. De apariencia neoherreriana, tiene semejanza al monasterio de El Escorial pero, su articulación interna refleja un proyecto de oficinas racional y moderno.
En los años 40 y 50 Luis Gutiérrez Soto seguirá utilizando cualquier expediente formal historicista o de la tradición castiza para “revestir” sus propuestas modernas, asegurando los deseos de los clientes. Un ejemplo clave fue el uso del ladrillo visto, que perfiló la mayoría de sus complejos residenciales para la alta burguesía y las inmobiliarias.
Gutiérrez Soto marcó la arquitectura doméstica de la Madrid moderna, no solo aportando novedades en las viviendas de la élite de Salamanca o Chamberí, sino introduciendo las bases para la nueva arquitectura residencial española.
Notables son sus terrazas jardín, invento que trasciende el balcón para crear una “estancia exterior” de la casa, un lugar donde hacer vida doméstica. Fue una novedad que supuso temor al arquitecto, hasta el punto de disponer lucernarios de pavés en el suelo de las terrazas por el miedo a la falta de soleamiento.
Audaz en la apertura del patio a la fachada principal, permitiendo un gran porcentaje de viviendas exteriores, además popularizó el piso dúplex lecorbusiano y aportó un importante cambio en la distribución de la vivienda. Fue el primero que diferenció claramente las zonas de uso de la casa en zona de día, de noche y zona de servicio, evitando interferencias en los recorridos de la casa.
En su madurez diseñó algunas de sus más significativas obras, la Torre del Retiro (1971) en Menéndez Pelayo y el Edificio de La Unión y el Fénix (1966-71) en el Paseo de la Castellana, dos torres con evidente estética contemporánea.
Si algo define a Luis Gutiérrez Soto es la versatilidad, la capacidad para dar excelentes soluciones arquitectónicas y el dominio laudable de los estilos. Fue un talento puro de la arquitectura y un creador inagotable de la imagen de Madrid.
Fuente: Open House Madrid
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